El pasado viernes 13 de mayo, en la antigua Casa del Consulado del Mar de Málaga, hoy sede de la Sociedad Económica de Amigos del País, el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga, Manuel Morales Muñoz, tomó posesión de su plaza como Académico de Número en la Academia Andaluza de la Historia,

Durante este acto, Manuel Morales pronunció su preceptivo discurso de ingreso, bajo el título “Símbolos y lugares de la memoria en torno a la Constitución de 1812″. La directora del Archivo Histórico de Málaga y numeraria de esta academia, María Esther Cruces fue la encargada de dar  cumplida réplica a su discurso.

Trayectoria
Doctor en Historia y Premio Extraordinario de Doctorado, Manuel Morales es Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Málaga, habiendo sido con anterioridad Assistant Associé, Maître Conférences y Professeur en las Universidades de Tours, París VIII y Tours, sucesivamente.

Dedicado a la historia política y social, ha sido miembro del Centre International de Recherches sur l’education dans le Monde Iberoaméricaine (CIREMIA), del Equipe de Recherches sur la Culture dans l’Espagne Contemporaine (ERESCEC), y de la Sección Científica de l’École des Hautes Études Hispaniques et Ibériques (Casa de Velázquez-Madrid). En la actualidad pertenece al grupo de investigación Elites, notables y pueblo (HUM-549).

Autor de un centenar de publicaciones, entre las últimas se encuentran La sombra del terror. Incautación de bienes y responsabilidades políticas (2016), “El porvenir de la libertad. Cultura y sociabilidad republicanas en los siglos XIX y XX” (Valencia, 2014), La primera en el peligro de la libertad (2013), y Diccionario biográfico de parlamentarios españoles, 1812-1854 (2012).

Discurso (notas del autor)
Como escribiera Albert Derozier, con las iniciativas reformistas emprendidas por los ilustrados, primero, y la invasión napoleónica, después, la política llegó por primera vez a la calle, propiciando así la primera experiencia de poder liberal en España, que quedó simbolizada en las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.

Una Constitución que proclamaba la soberanía nacional, que estableció la división de poderes, que consagró la libertad personal y civil, el derecho de propiedad, la libertad de imprenta, la igualdad procesal, la inviolabilidad del domicilio y el “habeas corpus”.

Pero como sabían los diputados gaditanos, la incipiente historia que  empezaba a escribir el liberalismo requería igualmente de nuevos símbolos que sustituyeran a la vieja emblemática del absolutismo, que había sido urdida con las tramas monárquicas y religiosas. De la misma manera que sabían que era necesario codificar nuevos rituales y manifestaciones de naturaleza cívica a través de los cuales transmitir a las generaciones futuras el valor de la libertad.